martes, 24 de abril de 2012

Epílogo / El desenlace

“Jul, estoy cansado. Vamos a la cama que ya va a ser media noche”.
“Sí, mi amo. Yo también tengo ganas de descansar. Llevo días preocupado porque te veo triste y taciturno. Apenas hablas y hoy en todo el día no usaste a ninguno de tus esclavos. Ni siquiera a Ermo. Está guapo, verdad, amo? Aunque ya pasó de los treinta sigue pareciendo un crío. Y te quiere con locura mi señor”.
“No tanto como tú, Jul”.
“Señor. Yo te amo más que a mi propia vida. Y no la entendería sin ti, mi amo”.
“Pues vas a tener que entenderla dentro de poco, Jul”.
“Qué quieres decir, amo? A qué se debe tu tristeza en estos últimos días? No pueden ser tus asuntos relativos al dinero o tus propiedades, porque prácticamente me encargo yo de administrarlos desde hace años y no hay problema alguno que pueda inquietarte en ese sentido, mi señor! Qué te preocupa entonces, mi señor?”

 “Lo que no puedo evitar y nada que tenga remedio o que tú puedas solucionar, Jul”.
“No te entiendo, mi amo”.
 “Jul. Acuéstate a mi lado. Quiero abrazarte más fuerte que nunca”.
Jul se tendió en la cama de su señor y se pegó a él como en aquellos tiempos, años atrás, cuando buscaba su protección para dormirse sobre el pecho de su amo. Le pertenecía desde hacia quince años y su adoración por Manuel iba en aumento con el paso del tiempo. Ni la edad ni la merma de su energía física habían disminuido el atractivo de su señor, que ahora tenía el pelo gris. Y él, si bien había perdido la lozanía de los veinte años, ahora, con treinta y cuatro años, tenía un cuerpo preciosamente sazonado por la madurez, que guardaba la joya de un espíritu cuidadosamente cultivado por su amo.

 “Jul, antes de nada quiero confesarte algo que nunca te he dicho. Y no hables hasta que termine, porque aún puedo darte unos sopapos para ponerte en tu sitio... Calla!”.

El esclavo asintió con la cabeza y el amo prosiguió: “No te encontré por casualidad en aquel urinario... Una tarde te vi jugar al fútbol con tus amigos y me gustó tu coraje, tu concentración en el juego, tu seriedad para planear las jugadas y tu alegría para celebrar el gol o incluso la derrota al terminar los partidos. Veía tus piernas y lo que se adivinaba bajo el calzón corto y me atrajo tu personalidad. Una tarde te seguí y vi como entrabas en los retretes públicos. Esperé fuera y me pareció que tardabas más de lo necesario para mear solamente, pero no quise ver lo que hacías allí dentro. Y cuando por fin saliste me marché, pero me dije que serías mío. Estuve unos días sin poder ir al parque y la tarde que volví no estabas con tus amigos jugando, ni te encontré rondando los servicios. No le di importancia y regresé al día siguiente pero tampoco te vi. Me extrañó y dejé de ir a ver si volvías, hasta que una tarde no pude aguantar más y me decidí a ir y preguntar por ti a uno de los chicos de tu pandilla. Pero no hizo falta porque tú andabas vigilando la entrada del urinario. Y te cacé. Lo que nunca pude perdonarme fue no haberte llevado conmigo antes de que te violasen aquellos dos hijos de puta, que el infierno los trague. Porque no hacía falta eso para hacerte ver que habías nacido para ser esclavo y para ser mío, además. Ya ves. Antes de que tú me conocieses yo ya me había quedado contigo y sólo aguardaba el momento de ponerte la mano encima y apropiarme de ti y de tu vida”.

 Las lágrimas rodaban por las cara de Jul y ninguna fuerza humana podría apretarlo más al cuerpo de su amo, pero solamente pudo decir: “Mi amor”. Y el hipo cortó toda posibilidad de seguir hablándole a su señor.
Y éste continuó: “Te amo con todos mis sentidos y cada célula de mi cuerpo, Jul. No puedo decirte que eres mi vida, porque se acaba y mi pasión por ti nunca tendrá fin... No llores mi amor. No me hagas más difícil este momento... Tú eres fuerte y necesito toda tu energía para llegar al final con la misma entereza y dignidad que mantuve hasta ahora, cada día de esta vida que terminará en breve. Y si algo me cuesta es dejarte a ti. Y no es que no quiera y me duela apartarme de los otros, pero tú lo has sido todo desde que entraste en mi corazón. No llores mi tesoro, porque para mi nada es más valioso que tú... No llores porque me partes el alma y ya tengo roto el corazón. Sólo me voy físicamente pero no te abandono. Y a los demás tampoco. Mi espíritu queda en ti, mi niño. Ni un hijo hecho a su propia imagen sería el mejor heredero que un hombre pudiera soñar".

Jul no pudo contener su angustia y gritó sollozando: “No... No... No puede ser... No quiero vivir sin ti, Manuel... No quiero... Me niego a seguir viviendo!”.
 Y Manuel siguió: “Sí vivirás porque yo te lo mando! Tu voluntad es mía y harás lo que te ordene aunque ya esté muerto. Vivirás con mi recuerdo y el amor que dejó dentro de tu alma, Y tú y Bom heredaréis todo cuanto tengo. Ese machote está en el esplendor de su virilidad y fortaleza física. Y te adora. Mejor dicho, te ama como un puto cabrito. Tiene un alma generosa y es bueno y será quien te ayude a llevar la carga que pongo sobre tus hombros. El ya es el macho dominante de esta casa y tú administrarás todo el patrimonio y cuidarás de toda la familia. Geis, Aza, Pal, y sobre todo Ermo, necesitan tu cariño. Y la disciplina, por supuesto, pero de eso se encargará el bello mastín, que ahora es el segundo amo de mi casa y quien ya somete y usa a mis perros”.

El esclavo dijo: “Sí, mi amor. Yo también seré de quien tu decidas y me entregaré a él, si así lo quieres”.
“Jul, es que no quieres a Bom?”, preguntó el amo.
Y Jul le contestó: “Sí. Pero no puedo amarlo como a ti. Nunca podré amar a nadie más de la misma manera, Manuel”.
“No quiero que te entregues a nadie ni jamás pertenecerás a otro. Ya te lo dije hace tiempo cuando le di a Bom su condición de amo. Deseo que Bon te cuide y proteja y que tú le des tu comprensión y también le ames y que folléis los dos como tantas veces lo habéis hecho conmigo. Pero tú, Julio, no serás nunca su esclavo sino su pareja y su compañero, porque con mi muerte serás libre y el hombre maravilloso que siempre has sido saldrá a luz de nuevo. Y vigila que no se pase con ellos, puesto que puede ser muy bruto y demasiado duro con los castigos. Ya lo sabes. Y más de una vez tuve que llamarlo al orden en privado, por supuesto. Quiero que respetéis siempre a Adem, que os servirá con la misma fidelidad que tuvo conmigo. Y, desde luego sus cuatro parientes seguirán siendo vuestros esclavos guerreros para guardar esta casa y todos los bienes que hay en ella. Ayuda a Bom a elegir bien nuevos cachorros, para usarlos como considere mejor y tú enséñalos a ser perros fieles y edúcalos como tú sabes. Y cuando llegue el momento en que vosotros dos tengáis que pasar el testigo también, decidir quién de vuestros perros heredará el encargo de continuar manteniendo mi casa y mi jauría, para que ni una ni otra se extingan. Este otro dolor que ahora te trasmito lo guardarás para ti y no lo revelarás a nadie, ni siquiera a Bom, hasta que yo decida cuando deban saberlo. Será otro sufrimiento que deseo compartir contigo hasta el final. Y si es verdad que hay otro lugar, allí te estaré esperando y ya no hará falta un urinario para cazarte otra vez. Volverás a ser mío desde el primer instante y para siempre...Y mi corazón no se negará a seguir latiendo por ti... Te quiero, Julio... Te quiero... Y querría morir haciéndote el amor”.

El amo se deshizo en llanto y el esclavo no tenía palabras para consolarse los dos. E hicieron el amor, agotándose en besos, caricias y sexo. Se amaron hasta el final, noche tras noche, con el alma y con el cuerpo, hasta que al entrar el otoño a Manuel le falló el corazón en los brazos de su amante, después de follar hasta el amanecer. Manuel respiró su último aliento con un beso y su leche se escurría por el culo de su amante manchando las sábanas.
 De la boca de Jul, que en vano intentaba retener su semen en la mano, salió el suspiro postrero de Manuel.
Jul se arrodilló junto al cuerpo inerme de su dios y besó y lamió en la tela blanca la ultima leche que le regaló su amo antes de irse su alma.
El perro lloró lo poco que aún le quedaba y hubiese muerto allí mismo de pena si no fuese desobedecer a su dueño y señor. Manuel vivió bien y murió de repente, sin dolor, amando al ser que más quería en este mundo. Se puede desear un final mejor?

La sábana con los restos del semen de los amantes sirvió de sudario para Manuel. Y el fruto de su amor quedaba dentro de Julio, el amor de su vida. Su amado esclavo y el mejor de sus perros. Su adorado Jul.

Las cenizas del señor fueron llevadas por todos sus perros y siervos, que eran su verdaderos deudos, a la finca donde tanta veces disfrutaron juntos, y las esparcieron al borde del río y entre los árboles. Ni Jul, ni Bom, ni ninguno de los perros fueron los mismos sin Manuel. Ni tampoco Adem ni sus cuatro parientes africanos.
Pero la vida continuó tal y como deseó Manuel, que parecía rondar entre ellos insuflándole energía a todos y ayudando a Jul a esperar el momento de volver a verlo y sentir la caricia de sus manos y sus besos.

Cada vez visitaba la finca con más frecuencia, para deambular por ella sin rumbo fijo, y el recuerdo de su señor le servía para sostenerle el corazón partido, hasta que su amo viniese a buscarlo y su cuerpo fuese suyo de nuevo, penetrándolo otra vez para follarle el alma.

viernes, 20 de abril de 2012

Capítulo 50 / El debut

En cuanto Manuel abandonó la cueva con Jul, reinó el silencio más absoluto en todo el espacio que circundaba el recinto.
Bon, en pie, erguido como un dios al lado del sillón que sólo hacía unos instantes ocupara su amo, miró a todos los perros y esclavos con mirada autoritaria y altiva, retándolos con su poder.

Y fue Adem quién rompió la atmósfera de tensión acercándose el nuevo amo, llevando en sus manos una túnica blanca, parecida a la roja que llevaba Manuel esa noche.

El sirviente vistió a su segundo señor con la suave tela, abierta por el frente hasta los pies, y Bom lo miró a los ojos y le dijo: “Adem, sé que me servirás con devoción y respeto. Pero antes de darte la primera orden, quiero agradecer tu amor, tu consuelo y las caricias que me has dado tantas veces como necesité de tu afecto”.

El criado por primera vez perdió su rostro impasible y de sus párpados cerrados brotaron lágrimas, diciendo: “Señor. Gracias por tu consideración... Cuando desees podemos empezar la sesión. Todos estamos preparados para tu placer, señor”.
Y Adem se retiró inclinado la cabeza ante Bom, pero orgulloso de ver a su adorado muchacho subido al trono de su señor.

El nuevo amo llamó a Aza y le ordenó que se acercase.
El joven negro obedeció al instante y gateó hasta los pies de su segundo dueño. Y sin levantar la vista esperó su decisión y capricho.

Y Bom le dijo: “Ya eres el único macho de mi jauría, ya que el resto sólo son perras. Pero es necesario que mi primer acto como señor sea imponer mi dominio sobre ti y someterte sin condición a mi voluntad. En mi condición anterior nos hemos peleado, follado y disputado el puesto de macho alfa ante nuestro amo y sus perras. Pero nunca pude sobar tu cuerpo con lujuria ni acariciarte suavemente ni gozar de tu belleza y tu carne sensual y caliente. Siempre deseé besar tus labios carnosos y lamer tu cuerpo. Y besar esas nalgas hasta deslizar mi lengua por la raja que las separa impidiendo el fácil acceso a tu precioso ojo negro, que es al puerta del paraíso de tu cuerpo. Ahora eres mío y esta noche no habrá dolor para mis perros. Aún me queda mucho que aprender del amo Manuel antes de someteros al delirio del sufrimiento con la habilidad y maestría con que él nos a usado a todos. Esta noche tendré el placer de montaros a todos. Uno a uno. Deleitándome con vuestras bocas y vuestros culos, que ahora también son objetos sexuales a mi disposición... Levántate, Aza, y apoya las manos en los brazos del sillón de tu amo... Separa las patas e inclínate entregándome sumiso tus nalgas y el ano que, aunque ya catado, nunca me fue suficiente para dejar de pensar en volver a follarte, clavándote mi verga una y otra vez, pero saciándome de tu piel y tu olor y de sentir la palpitación de tu ser en mi virilidad encarnada en ti... Así, Aza... No voy a lubricarte porque quiero compartir la aspereza de tu ano hasta que a fuerza de frotarlo con mi pene se dilate y nuestra carne se deslice fácilmente hasta que nos corramos juntos”.


El joven señor gozó de su cachorro de piel de azabache y beso su espalda y su cuello, mordisqueándolo con cada embestida de su polla en el interior del muchacho. Sólo era lascivia, lujuria y puro placer sexual, porque al alma de Bom le bastaba para soñar y extasiarse en un nirvana sin fin, ver la adorada imagen de Jul. Los otros perros podían atraerlo y acelerar su testosterona, empalmándole el cipote como a un borrico, pero el verdadero goce de su espíritu se lo proporcionaba un simple beso de los labios de Jul. Incluso compartido con Manuel, al que adoraba al límite de verlo como el más atractivo y seductor de los hombres.

Bom y su cachorro negro llegaron al orgasmo en un salvaje estallido de pasión, temblores y estremecimiento, pero su leche no se desperdició puesto que Geis ya había colocado su boca bajo la porra inhiesta de Aza y todo su néctar lo recogió con avidez chupándole el capullo hasta asegurarse que no quedaba ni un átomo de esperma en el miembro del chico.
Y en el momento en que Bom le sacó el pene del culo a Aza, el oriental corrió a recoger el semen de su joven señor, esperando paciente a que el otro cachorro se lo cagase todo dentro de sus insaciables fauces. Geis tenía un olfato exquisito para apreciar el olor de la buena leche, porque sólo con eso ya se vaciaba sus bolitas sin necesidad de sobarse demasiado el pito.

Bom tenía que recuperar fuerzas y, sobre todo, fabricar más lefa en sus cojones para pasarse por la piedra a los otros dos cachorrillos, que ya estaban inquietos aguardando su turno.
Aunque el joven señor ya tenía ideado su plan. En cuanto su polla diese síntomas de querer más culo, se calzaría a Pal y le pondría el ano como un charco pisoteado por veinte chavalillos después de estar encerrados en casa toda una tarde a causa de la lluvia.
Y a Ermo lo reservaba para el final. Pero no en la cueva. Al precioso perrillo lo llevaría a su nueva cama para estrenarla dándole por el culo.
Habían dormido juntos muchas veces y sólo lo había acariciado y besado como el padre que acuna a su niño metiéndole un dedo por el culo para que el chaval sintiese gustito y no tuviese pesadillas durante la noche.
Pero, siendo suyo, sería la primera vez que le hiciese cuanto quería. Y eso era follarlo de verdad. Besarlo con ganas de comérselo crudo. Tocarle por todas partes y lamerlo de pies a cabeza como a un lobezno recién parido por la loba.
Ese chiquillo le ponía locos los sentidos de la carne como le pasaba también al amo Manuel.
Y su ambición sería usarlo delante de Jul, para gozarlo también a él, como hacía el primer señor de la casa.

El debut de Bom como señor y amo fue exitoso y todos sus perros llevaron su ración de sexo y la satisfacción de haber servido a su joven amo consiguiendo que sus testículos elaborasen semen a tope y se vaciasen y llenasen más de una vez durante la sesión.
Porque antes de terminarla e irse con Ermo, se folló a Geis, que ya le había roto el culo Aza con su gran cipote en ristre, entrando en el cachorro filipino como un ejército medieval por la puerta de una fortaleza, después de derribarla con un contundente ariete.
Y a Pal también se lo ventiló el negrito, ya que sus huevos no paraban de soltar leche como de costumbre.

Esta vez los imesebelen no participaron y se limitaron a presenciar como estatuas el flujo de esperma de un cuerpo a otro, con las mazas levantadas por si a alguno de los perros había que darle un buen trancazo en su boca o en su culo, no fuese que todavía les quedase un espacio seco y libre en sus tripas sin probar leche fresca del día.

El joven amo abandonó la cueva llevándose a Ermo de la mano y Adem se apresuró a poner en orden el lugar y acomodar al resto de la jauría en sus perreras, después de un lavado en profundidad, para que descansasen, durmiesen y estuvieses frescos para volver a ser de uso satisfactorio para sus dos amos en cualquier momento del nuevo día.

Bom, guiado por Manuel, aprendió sin prisas y con tiento, a ser un gran dominador de esclavos y adiestrador de perros.
Supo como sacarles el mayor fruto para su placer y obtener el sutil deleite de la máxima satisfacción con el sufrimiento y dolor de sus perros esclavos. A los que siempre dejó saciados tanto de semen como de su carne ardiente y sensual.

martes, 17 de abril de 2012

Capítulo 49 / La iniciación

Un día, a media mañana, Manuel tomó una decisión transcendental. Miró a Jul y a Bom fijamente, mientras jugaban un poco en el jardín con los otros cachorros, haciendo un alto en sus tareas y obligaciones, y llamó a Adem.

“Con permiso, señor”, dijo el criado al entrar en el estudio del señor y éste le ordenó:
“Prepara todo lo necesario para celebrar una ceremonia de iniciación esta noche... Todos los esclavos y perros deberán estar preparados y dispuestos para ser usados de cualquier manera. Y eso incluye a los cuatro guerreros, también... El resto no hace falta que te lo diga porque sabes de sobra lo que has de hacer”.
“Sí, señor... Estará todo tal y como tú deseas, señor”, respondió el sirviente y salió de la sala dejando otra vez solo a Manuel con sus pensamientos.

El resto del día Manuel se mantuvo reservado y poco hablador y apenas comió, dándole a los perros esclavos la mayor parte de lo que Adem le servía en su plato.
Aza, Pal y Ermo tenían buen apetito y su vitalidad les hacía gastar suficiente energía para quemar cuanto devoraban. Estaban sanos y en cuanto les daban asueto retozaban como potros salvajes.
Además se habían encariñado los tres y lo pasaban estupendamente jugando juntos.
Quizás al ser un poco más jóvenes que el mastín y la mascota del amo, hacía que los viesen a éstos más como perros que como cachorros igual que ellos.
Desde luego la diferencia de edad entre todos era muy pequeña, pero en plena veintena, un par de años o tres parece que marca la diferencia entre los últimos coletazos de la adolescencia juvenil y la apertura a una joven madurez.
En cualquier caso, lo que sí parecía cierto es que sexualmente Ermo prefería la experiencia y la madurez de su dueño y no la fogosidad de un bello negrito que seguramente soñaba con partirle el precioso culito en dos trozos.
Lo que no ocurría con Pal, a quien la polla de Aza lo traumatizaba de gusto sólo con verla.
Ermo, de no sentir el calor de su señor, buscaba sin lugar a dudas el cariño de Jul o la fuerza protectora de Bom, que lo amparaba por las noches cuando dormían en la misma perrera y le acariciaba el lomo y el trasero y aún lo acunaba, como unos años atrás, moviendo la yema de un dedo dentro del recto del muchacho.
El mastín, como su amo, también quería al perrillo y sentía por él un instinto paternal como si fuese la cría suya y de Jul, al que amaba sin límite aún respetando la supremacía y potestad de su señor sobre su perro predilecto.

Al llegar la noche, él solo en el comedor, apenas cenó y dio orden de que los guardianes llevasen a la cueva a todos los perros, sujetos por sus respectivas cadenas.
Adem iba delante de la comitiva y organizó la colocación de perros y esclavos según la acostumbre para una ceremonia como la que Manuel celebraría en esa ocasión.

No tardó en aparecer el amo cubierto con una túnica roja hasta los pies y una cadena de plata al cuello, de la que colgaba la letra de su hierro.
La eme coronada por un triángulo invertido que clavaba el vértice en el centro de dicha letra. La marca que todos sus esclavos y perros llevaban entre las piernas a un centímetro escaso del ojo del culo y los cojones.

Tomó asiento en el único sillón que presidia el acto y habló con voz serena y espeluznante al mismo tiempo: “Esta noche celebraré con vosotros una ceremonia de iniciación. Pero no será de ningún otro cachorro ni esclavo a mi servicio. Será la de un macho dominante”.

Los perros y cachorros aguzaron las orejas y sus ojos brillaban de curiosidad y estupor. Y el amo prosiguió su discurso: “Adem, trae hasta mi al aspirante y libera de la cadena a los otros perros”.

El siervo inclinó la cabeza respetuosamente y se acercó a los esclavos negros. Habló en la lengua de sus ancestros y dos imesebelen se aproximaron al mastín, elevándolo del suelo por los brazos y llevándolo en volandas hasta su señor, mientras los otros dos desenganchaban las cadenas de los collares de los otros perros.

Y Manuel volvió a decir: “Bom, mi bravo perro de presa. Mi mejor mastín y el macho más fuerte de mi jauría. A veces no te demostré suficientemente lo mucho que te quiero, tanto como a un hijo, pero, sin embargo, siempre fuiste mi preferido por muchos motivos y para diferente usos. Sé lo que piensas y lo que otros también están pensando. Y repito te quiero como si fueses mi primogénito. Al otro lo amo y deseo como el corazón de un hombre puede amar a un alma que será su compañera de por vida. No os celéis nunca uno del otro, aunque sé de sobra como lo quieres tú también, jodido cabrón! Y al resto os quiero también como a mis otros hijos, sin distinción, aunque por alguno más indefenso, al que todavía consideramos como el cachorro de la jauría, pueda sentir alguna querencia concreta... Por eso Bom, ha llegado el momento en que asumas tu papel de macho dominante en esta casa. Andarás en dos patas solamente y comerás conmigo en la mesa. Adem ha dispuesto un nuevo dormitorio para ti y usaras ropas como las mías. Acércate... El collar que llevas no es apropiado para ti. Y en su lugar llevarás el que ves colgado de mi cuello”. Manuel se quitó la cadena con su marca y se la puso a Bom, que todavía estaba totalmente desnudo y con la polla encerrada en la jaula de acero que su amo le había colocado la noche anterior después de follar a Jul los dos juntos.

El amo sacó la llave oculta bajo su túnica y abrió el candado que cerraba la cárcel del pene del noble macho. Bom instintivamente se miro su miembro, aún flácido, y como si la libertad le diese una renovada fuerza impulsora se irguió orgulloso, mostrando su glande brillante y potente al mundo y todo el que pudiese verlo en ese instante.

Y Manuel continuó con la ceremonia: “Ya está libre para siempre y para que lo utilices como mejor te parezca. Todos los perros de esta casa están a tu servicio y podrás montar al que más te plazca, donde, cuando y como desees hacerlo.
Pero. Siempre hay un pero, Bom. Lo harás con tino y sin abusar de tu posición. Debes ser responsable del honor y privilegio que te otorgo y de la libertad que te doy. Y no me defraudes nunca, porque no tendría piedad de ti. Lo entiendes?”

“Sí, mi amo”, dijo el machote.

“También te libero de dirigirte a mi con ese tratamiento. Soy tu igual. Y eres un amo también. Aunque hay otro pero. En la vida nunca se acaban las condiciones, Bom. Yo siempre seré el macho alfa de esta jauría mientras viva. Y como tal no renuncio al placer de tu cuerpo y de penetrarte el culo, que tantos deleites me ha dado siempre. Te seguiré follando cuando lo desee y tú me ofrecerás tu ano no como un perro esclavo, sino como un macho que goza el placer de que otro le de por el culo. Te follaré como un hombre folla a otro que sabe serlo también... También puedes hablarme si lo deseas sin necesidad de mi permiso previo... Quieres decir algo?”

“Sí, mi am... Sí... No sé como llamarte”, dijo el chico azorado.

“Tengo un nombre. Manuel”, le respondió el señor.

“Sólo quería decirte que siempre deseé que me metieses tu verga por el culo y te saciases conmigo hasta vaciarte en mi barriga... Y quiero seguir gozando con eso cada vez que tu quieras follarme. Y no creo que sea menos macho por eso. Verdad?”, dijo Bom.

”No sólo no dejas de ser un buen macho, sino que hasta para poner bien el culo hay que ser todo un hombre. Por eso siempre me gustó joderte y romperte esas nalgazas a pollazos y azotes, que con los años se han ido poniendo aún más rotundas y carnosas. Palmadas que te las daré también cuando te meta mi tranca por el ojete, No creas que tu nueva condición te librará de eso. Eso también es sexo y me gusta hacerlo completo con un tío como tú... Bueno pero sigamos, porque hay otro pero, Bom. Es la noche de las condiciones. Como dije todos los perros y esclavos de esta casa te darán placer y servicio, pero uno de ellos no... No pongas esa cara, Bom”. Al decir eso el amo, el silencio se cortaba en el aire.

Y prosiguió su parlamento: “Ese uno no será ni tu esclavo ni tu perro. Y no podrás tomarlo como tal. Ese uno es mi amante y demasiado preciado para entregárselo a nadie... Veo que tu alegría se ha vuelto mustia y tus ojos lloran en lugar de estar risueños como corresponde a la ocasión. Pero no hay motivo para ello. Llevas bastante tiempo obligado a una periódica castidad forzada, sólo rota en algunas ocasiones y fundamentalmente para penetrar conmigo el culo de Jul. Mi mascota. Mi amante. Tu amado cachorro. Yo lo amo y lo deso y tú estas loco por él y no sueñas otra cosa que hacerle el amor, besándolo, lamiéndolo y comiendo su ser con los ojos y el deseo de entrar en su cuerpo una y otra vez por el resto de tus días. Y lo harás. pero no como se hace con un esclavo sino como se ama a un igual. Y también seguirás compartiéndolo conmigo, porque ya no podría vivir sin teneros a los dos en mi cama algunas noches. Ninguno de los otros cachorros puede servirme de sustitutivo para prescindir de él o de ti. Aunque alguno me haga disfrutar como un burro durmiendo junto a mi, apretando su culito contra mi rabo, como hace mi joven Ermo... Como te gusta a ti también. Que no soy tonto aunque me hago el despistado cuando me interesa, mi querido Bom. Y ya ves, desde ahora puedes usar al cachorrillo cuando quieras y no limitarte solamente a meterle el dedo por el culo cuando duerme contigo. No te das cuenta que es tan inocente que todo lo cuenta si sabes preguntarle?
Además una vez que se prueba ese culito y tú y Aza ya lo habéis catado, no es fácil olvidar el gusto que se siente la penetrarlo y frotar la verga en su interior, apretada por el arillo de un ano tan rosado y húmedo... Ven, Bom. Ponte a mi lado y muéstrate orgulloso y tieso ante tus perros esclavos. Mantén la espalda recta aunque algún dolor pretenda doblarte al medio y domina tus emociones a costa de retorcer tu alma para amortiguar el sufrimiento de tu corazón. Ahora eres un ser superior y no cabe la debilidad en ti... Bésame por última vez las manos y comienza tu vida de señor y dominador de perros esclavos”.

El hasta entonces bravo cachorro cogió entre las suyas las dos manos de Manuel y las besó con devoción, emocionado hasta la médula. Y Manuel gritó: “Putos esclavos y perros de mi jauría postraros antes vuestro segundo amo y señor. Este es el amo Bom. Señor de esta casa también... Jul tú ven aquí y no te postres porque sólo yo sigo siendo tu dueño y único amo. Y sólo a mi te dirigirás con ese tratamiento... Acércate y siéntate en el suelo a mi lado... Mira, Jul. Ahí tienes a tu amante secreto. Bueno no tanto porque sería un secreto publicado a voces. Pero sí silencioso y paciente. En este tiempo de duras pruebas ha madurado y creció su alma en responsabilidad, conocimientos y entereza de ánimo. Y en parte te lo debe a ti porque lo has ayudado a superarse en los momentos más difíciles, sobre todo en la amargura de los días de confinamiento de su potente virilidad”.

Otro silencio y el aire se rasgó de nuevo con las palabras del amo: “Esta noche van a tener mucho trabajo tus cojones, Bom. Pero cuando se recuperen y se tranquilice su sangre de buen follador, volveremos a gozar con Jul tú y yo. No te parece, Bom, que nuestra perra preferida está muy cachonda y su coño nos pide que la reventemos a polvos los dos juntos?
Pero esta noche no vas a poder hacerlo porque te esperan otros culos que trabajar y romper. Así que yo me la ventilaré por los dos y dormiré abrazado a su cuerpo para repetir la follada en cuanto mis huevos se vayan recuperando y tengan al menos dos espermatozoides que darle. Tú te quedarás aquí disfrutando de nuestros perros y esclavos y yo me llevo a Jul a mi dormitorio para ir calentándolo y ponerlo salido como una zorra y mantenerlo así hasta que, dentro de dos o tres días, tu testosterona este lista para colmarle conmigo las tripas con nuestra leche... Vamos mi puto amante que ahora es su turno en esta cueva y a nosotros nos espera una larga velada sobre mi cama... So perra! Esta noche juro que te preño y el hijo no será de Bom sino mío”.

“Sí amo”, dijo Jul besando los pies de su señor.

Y Manuel se fue con él, dejando al resto de su clan bajo el dominio del segundo macho de la casa. El amo Bom.

sábado, 14 de abril de 2012

Capítulo 48 / El ajuste

“El tiempo pasa con demasiada rapidez”, pensó Manuel.
Todos los días había visto las grabaciones para comprobar el comportamiento de Pal y creyó llegado el momento de ir a ajustarle las cuentas, tanto por sus progresos como por los fallos cometidos.
Para formar a un perro tan necesaria es la disciplina y el castigo como el justo premio por sus avances en su aprendizaje y sometimiento al amo.

Llegó a la finca con Jul, pasada la media tarde y sin avisar de antemano al cachorro confinado en ella, y fue directamente al cuarto donde el chico debía pasar la mayor parte del tiempo que permaneciese dentro de la casa.

La puerta estaba cerrada, cosa anormal ya que el perro estaba solo y no tenía que esconderse u ocultarse de nadie para hacer sus labores ni cualquier otra cosa. Sin olvidar lo inútil que era intentar tal cosa en un recinto peinado absolutamente por cámaras de vigilancia.

Jul había llevado el escaso equipaje a la habitación del amo y Manuel abrió de golpe la puerta del dormitorio de Pal, encontrándolo tumbado en el suelo mirando a las musarañas.
El amo le increpó: “Qué coño haces, puto vago?”.

El cachorro se incorporó del susto y con cara de pánico farfulló: “Nada, mi amo... Veía el techo, mi señor”.
“Qué temes?. Que se te caiga encima?. Puto cabrón!, dijo el dueño. “Habla!”, le gritó.
“No, mi amo... Pensaba en cuando me llevarás contigo a la otra casa, mi señor... Me siento muy solo aquí, sin ti y los otros perros, mi amo”, contestó Pal con voz y gesto triste y ojos apagados.

Manuel temió que el cachorro estuviese deprimido y le preguntó: “Comes y duermes bien?”.
No tengo mucha hambre, mi amo... Y algunas noches tengo miedo de estar solo en esta casa, mi señor”, respondió el chaval.
El amo se sentó en una silla y le ordenó: “Acércate”.

El chico obedeció al instante y el dueño le cruzó la cara de dos tortazos. Y acto seguido le agarró la cabeza y la apoyó sobre sus piernas revolviéndo cariñosamente el pelo del muchacho. Y le dijo: “Las hostias son por no decir la verdad cuando te pregunto por videoconferencia si te encuentras bien y tú dices que sí, sin más comentarios... Los mimos son porque te echaba de menos y tenía ganas de verte al natural y, sobre todo, usarte y darte por el culo... Ponte de pie y desnúdate del todo”.

El chico se quitó los calzones cortos que llevaba puestos y se quedó parado enseñando su cuerpo al amo.
Manuel le ordenó dar vueltas sobre si mismo, para verlo bien por todos lados, y se complació constatando que no le engañara la cámara y realmente el cachorro estaba mucho mejor de cuerpo que cuando lo convirtió en su esclavo meses atrás.
Estaba como más hecho y con la carne más prieta. Y su culo se le veía mucho más respingón y pidiendo guerra cada vez que doblaba la espalda con algún movimiento.

Manuel, sin dejar de mirarlo, le dijo: “Tendrás hambre si no has comido bien durante este tiempo... Ven aquí y ponte de rodillas pegado a las mías”.
El chico lo hizo y el amo sacó la chorra por la bragueta y le dio de mamar allí mismo, sin perder más tiempo.


Y vaya si tenía hambre el cachorro! No se comió la polla del amo porque sería acabar con el teto que lo alimentaba de leche. Pero una corrida le supo a poco y sus ojos suplicaban algo más.
El amo le dijo que no fuese tan goloso, pero que tendría mucha más leche y esa noche se iría a dormir con la barriga llena, después de ajustarle las cuentas por los errores cometidos desde su última visita.

Bajaron al zaguán de la casona y Jul los esperaba al pie de la escalera, ya desnudo y en aptitud sumisa como el perro más dócil de la jauría de su amo.

Manuel lo agarró por el collar y puso a cuatro patas al otro también, llevándolos al salón para no perder más el tiempo y darle a Pal el castigo que había merecido con sus torpezas.
Antes de entrar en la sala, el amo cogió del bastonero una de las varas de mimbre y le dijo a Pal que, puesto en pie, apoyase las manos en la chimenea de piedra, “Separa más la patas traseras”, le dijo el amo al chico. Y añadió: “Vete contándolos hasta llegar a cincuenta... Con esto vas servido por el momento.... Jul, ten preparada la pomada para ponérsela al terminar de darle los zurriagazos... Seguramente le haré sangre en algunos puntos de las nalgas... Inclínate hacia delante, cabrito de mierda! Que te voy a dejar preparado para que disfrutes más cuando después te joda el culo”.
Y comenzó el goteo de varazos, espaciados y silbantes como si en la habitación hubiese un nido de serpientes.

A Jul no le gustaba presenciar los castigos de sus hermanos, pero no se atrevía a mirar a otra parte por no enfadar más a su señor y que el pobre cachorro recibiese los azotes con mayor dureza, además de ganarse él mismo otra tunda de campeonato por merengue, como le llamaba el amo cuando le decía que era demasiado blando tratando a Ermo.
Y bien mirado casi le apetecía una buena manta de palos, porque llevaba tiempo que su amo sólo le atizaba algún hostiazo en los morros, pero al culo sólo le daba caña con la polla y las palmadas de rigor habituales en toda follada bien entonada. Pero zumbarle en serio, no.

Menos mal que los perros comían en el suelo con el culo en pompa, porque las nalgas de Pal estaban para cualquier cosa menos para sentarse sobre nada, ya fuese duro o blando como la espuma. Manuel le había dejado las posaderas echas un cisco, cruzadas por un entramado de verdugones, ya violáceos, que partían el alma sólo con verlos.

Y al terminar el amo su cena, dijo a sus dos cachorros: “Vamos a la cama que mañana quiero salir temprano para volver a casa... Y tú te vienes también, Pal... Ya he hablado con tus padres y a partir de ahora ya no tienen nada que pintar en tu vida. Tú eres cosa mía y yo sigo encargándome de todo lo que necesites, pero en mi casa, con el resto de mis perros, o donde desee llevarte conmigo. Antes de salir de la finca te despedirás de ellos... Vamos, que aún tienes que tomar la leche antes de dormir. Y a ti también te tocará algo, Jul. No pongas esos morros, que te conozco como si te hubiese parido, puto cabrón!”.

Acostó a los dos chicos en la cama, mirando para arriba y les ató las manos y los pies a los hierros del cabecero, dejándoles totalmente plegado el vientre con el pecho, y primero se la metió a Jul por el ano, para darle rabo un buen rato, y cuando se cansó de su mascota, se la endiñó a Pal por el ojete y le dio caña entrando y saliendo con fuerza del culo del cachorro. Y no se corrió en ninguno de los dos traseros. Se puso de rodillas entre los dos perros y les dio a chupar su falo, alternativamente, hasta que notó que le subía la leche y volvió a enchufársela a Pal por el culo, para llenarle la barriga como le había prometido antes de zurrarle con el mimbre.



El chucho se corrió también con el calor del esperma del amo en sus tripas y Jul se quedó a la luna de Valencia, con el pito babeando como el de un mono que no para de hacerse pajas en al jaula y la cabeza echando humo con la calentura que le salía hasta por los ojos.
Manuel volvió a su lado y lo ordeñó para darle su propia leche antes de dormir.

Al desatarlos, les dijo que dormirían con él los dos y se pusiese Jul a su derecha y el otro a la izquierda.
Y a las dos horas ya se estaba follando a Jul otra vez. Estaba claro que no deseaba que su mascota quedase falto de la energía que su amo le regalaba con su semilla, ni mucho menos dejarle insatisfecho el vientre durante el resto de la noche.
Lo besó con todo su amor en la boca y se durmieron mirándose a los ojos los dos.
Pal o dormía como un bendito o se lo hizo para no molestar a su amo mientras hacía el amor con Jul.

Con las primeras luces del día se levantaron y emprendieron viaje de vuelta a casa, llevándose a Pal más alegre que unas castañuelas.
Y ni siquiera le dolía el culo ni notaba la menor molestia al ir sentado en el coche después de la paliza dada por su amo con vara y con rabo.

En la primera parada repartió el semen entre los dos, dentro del vehículo, y no quiso darles por el culo hasta llegar a casa, tomar un buen baño y descansar del viaje.
Y esa noche volvió a follarse a Pal antes de irse a la cama para dormir con Jul.

Ahora la familia ya estaba completa en casa y tenía a mano a todos sus cachorros para usarlos y ver como crecían y se desarrollaban hasta llegar a ser perros adultos.
Siempre le darían algo de guerra, al ser tan jóvenes aún, pero también gozaría de ellos y le complacerían siempre como los perros mejor adiestrados de cualquier otra perrera del país.

Y el tiempo fue pasando y los más jóvenes cumplieron los veinte años y los mayores de la jauría se acercaban al cuarto de siglo, con unos cuerpos cada día más pletóricos de salud, fuerza, belleza y educación.

martes, 10 de abril de 2012

Capítulo 47 / El sometimiento

Desde que Ermo pertenecía a Manuel, no había conocido carnalmente otra polla que no fuese la de éste y su ingenuidad no le dejaba ver que el día menos pensado por le chico, su dueño dispondría que su culo fuese disfrutado por otra verga distinta a la suya.

Manuel tenía razón al pensar que el perrillo se estaba acostumbrando mal y llegar a creerse intocable por cualquier macho que no fuese su amo.
Y también era verdad que usar sexualmente el cuerpecito del chiquillo le gustaba extraordinariamente a Manuel y no se cansaba de penetrarle el culo o la boca, ni tampoco de sobarlo y pegarle con su mano en las nalgas tan duras y rellenas de esa carne apetitosa de un cachorro tan joven.

El amo pensó que era hora de someter al cachorrillo a un tratamiento necesario para su formación y su educación como perro. Y esa noche iba a ser llevado a la cueva con sus otros hermanos, para mostrarle el otro lado de su condición de esclavo y su destino en la casa de su dueño, además de sus caricias, sus besos y azotes y el placer de ser poseído por Manuel jodiéndole el culo y mamando su polla casi a diario.

Los imesebelen colgaron por la muñecas al perrillo y a Jul, frente a frente y desnudos, rozando el suelo con las puntas de los pies y sujetándolos en corto uno al otro por sus collares, uniéndolos también por los grilletes que apresaban sus muñecas y tobillos. Para remate apretaron un mismo cinto de cuero al rededor de sus cinturas y los dos chicos quedaron pegados sin un milímetro de separación entre sus cuerpos.

Manuel les colocó sendas mordazas y sin pronunciar palabra les azotó culo y espalda haciéndolos girar en el aire hasta rayar sus carnes con tiras rojas que atravesaban horizontalmente sus cuerpos.

Los dos cachorros lagrimeaban sin poder emitir sus lastimeros quejidos y ayes de dolor y el amo exhibía impúdicamente una espléndida erección, compitiendo con la de los dos flagelados.

Acto seguido Manuel ordenó que en dos bancos de madera, puestos en paralelo, tumbasen boca arriba a sus dos machos, que sólo llevaban puestos sus collares, atando sus pies y sus manos a las patas de palo y ocupando sus bocas con una bola de goma, bien sujeta por una correa de cuero.

Geis por el momento se libraba de cualquier uso y seguía el desarrollo de la velada puesto a cuatro patas con su colita juguetona en el culo y el hocico aventando el flujo de los penes que lo rodeaban.

El amo mandó que desuniesen a Jul y a Ermo, sin descolgarlos, y que los pusiesen espalda con espalda, unidos otra vez por las muñecas y los tobillos.

Se acercó a ellos con un dildo largo, terminado en dos glandes por cada lado, y metió los extremo por el culo de los muchachos hasta repartir la mitad del consolador en cada uno.

Le pinzó los pezones con pesos y volvió a darles otro tanda de latigazos por el frente para igualar ambas partes de sus cuerpos.

El martirio de Jul al ver sufrir al cachorrillo era indecible y apagaba el sutil placer que el tormento a manos de su amo le daba a él. Ermo era todo moco babas y llanto mudo, pero su pene no dejaba de babear al ritmo de su boca.



Cuando sus pieles ya estaban bien lamidas por la lengua de cuero, Manuel dio orden de descolgar al cachorrillo, pero no al otro, que habría de seguir suspendido del techo durante todo el tiempo que durase la lección superior de adiestramiento que recibía su querido Ermo.

Dos esclavos africanos soltaron al perrillo del otro cachorro y lo levantaron sentándolo en sus brazos por los muslos y agarrado a los cuellos de los dos negros, para llevarlo a la silla de la reina, como dicen los niños en sus juegos, y colocarle el culo encima del tranco de Bom, que latía sobre su vientre, empalmado y mojado su capullo por suero seminal.

Manuel hizo una señal y bajaron las nalgas del perillo, sin soltarlo, y ahora intervino Geis para hacer de mamporrero e ir metiendo la polla del mastín por el ano de Ermo, como se hace con la verga del garañón hasta introducírsela entera en el coño de la yegua para que la cubra.

Los dos imesebelen fueron moviendo de abajo arriba al perrillo, deslizando su recto por el sólido cipote de Bom, incrementando la aceleración del movimiento vertical hasta que los ojos y el color púrpura de la cara del mastín indicaron que un géiser de semen llegaba hasta al estómago de Ermo, pasando por sus intestinos contra corriente.

El cachorrillo se dejó su leche esparciéndola al aire y en cuanto los negros lo desclavaron del trabuco aún duro de Bom, Geis, rápidamente, recogió en un cuenco la leche que soltaba el culo del perrillo, cagándola a borbotones.

Vaciado Ermo de la primera remesa de semen, los negros lo pusieron sobre Aza y se repitió el protocolo de ensartado y follada asistida por los imesebelen, con recolecta de más cantidad de leche en el recipiente que Geis portaba con devoción religiosa. Al vicioso cachorro le caían los ojos por aquel precioso néctar de los dos semidioses del sexo que eran sus hermanos machos.

Ermo sólo pudo echar un breve chorrito de esperma al ser colmado por tres oleadas calientes de espermatozoides disparados por Aza, y sin bajar de los brazos de sus porteadores, Manuel le dio a beber la leche templada de sus dos hermanos, sin permitirle que dejase en el cuenco ni un gota para Geis. De todos modos, la muy perra lamió el cacharro vacío chupeteándolo y relamiéndose la boca degustando el mínimo resto dejado por su otro hermano más pequeño.

Ahora Ermo ya conocía el fragor de dos buenas vergas y su culo estaba escocido y dolorido, pero la sensación en su vientre bien repleto de leche le acompañaba a pesar que ya estaban desocupadas sus tripas otra vez. Y su cara no reflejaba ni temor ni tristeza ni ninguna emoción negativa, porque su boca lucía una sonrisa luminosa y su mirada era el reflejo de un alma complacida, que acababa de recorrer el camino del cielo en dos etapas, montada a la grupa de dos potros mitológicos.

El perrillo miró a su amo con una expresión de agradecimiento por enseñarle la ruta para un viaje interminable al placer por el dolor. Y Manuel dijo que se lo acercasen y lo dejasen en el suelo a sus pies.

Lo miró postrado con la frente sobre las frías baldosas y el culo levantado en señal de acatamiento, y poniéndose a su espalda le atizó un fuerte puntapié en las posaderas que le hizo hocicar dándose un golpe en los dientes.

Y sin más, le dijo a Adem que se había acabado la sesión y que se llevase a todos los perros y esclavos menos a Jul, que todavía estaba colgado y con la boca taponada por la mordaza.

Y le dijo al criado: “Adem, lávalos y que duerman tranquilos esta noche. Pero al mastín enciérrale la polla, porque durmiendo con el perrillo y una vez que ha probado su exquisito culo, le costaría mucho limitarse a meterle el dedito solamente para que el pequeño coja el sueño. Por ahora que se limite a tocarle la próstata, si quiere, y a recordar la suavidad que noto en el glande al entrar en la barriga del encantador cachorrillo. Se portó bien el jovencito. No crees, Adem?”.
“Sí, señor. Pronto será todo un perro de raza, señor”, contestó el sirviente.

Y el amo añadió: “Ahora déjame con este otro, porque la satisfacción de su sufrimiento y el placer de su dolor solamente pueden ser míos. Es un deleite que nunca compartiré con otro ser vivo sobre la tierra... Vete ya, que tengo prisa por gozar de mi esclavo y hacer que mi alma se alimente de sus sensaciones y sentimiento, sacando de él los más sublimes y bajos instintos de su ser”.

En la cueva quedaron amo y esclavo y Manuel se abrazó a Jul, que no podía resistir por más tiempo el entumecimiento de sus brazos al soportar el peso de su cuerpo.

Y el amo le dijo casi arrullándolo con la voz: “Quiero lamer tus heridas y besar cada una de las laceraciones que te produjo el látigo. Deseo que mi piel desnuda se contagie de tu ardor y del dolor de tus músculos y de la sensible dulzura de tu lastimada piel. Mi amor. Cómo hemos padecido juntos el castigo corporal de nuestro cachorrillo! Pero tú has tenido ventaja porque pudiste sentir su mismo daño y a mi solamente me quedó la visión de vuestra tortura. Jul, tú gozabas con el dolor, mientras que él y yo sólo nos excitábamos con tu placer. Siempre me sacarás ventaja en eso. Pero ahora alcanzo el orgasmo más sublime al tenerte en mis brazos y beber de ti ese sudor ya frío que me refresca como al caminante el agua de una fuente en un oasis de calma y de paz. Tu sexo, que me muero por besarlo y lamerlo, es el delirio divino que sólo un ser extraordinario pudiera dar a un mortal”.

Manuel se arrodilló a los pies de su amante y acarició con las dos manos el pene erecto del muchacho, llevándoselo a la boca.
Y añadió su voz a las caricias: “Está salado, dulce y amargo. Está caliente y húmedo. Es un bocado que sólo un experto puede degustar y apreciar su calidad y valor. Dame tu vida a cambio de la mía porque quiero llegar a sentir lo mismo que tú”.

El chico abrió los ojos y le dijo a su señor: “Mi amo. No puedo darte lo que no me pertenece porque es tuya desde que nací. Aún sin saber de tu existencia ya te pertenecía, mi señor. Y seré tu mismo si es tu deseo o seré el simple recuerdo de un perro que te sirvió hasta la muerte... Mi dios, no puedo más sin tenerte dentro de mi. Lléname aquí mismo y podré seguir colgado una eternidad. Te lo suplico, mi amo. Déjame sentir tu brutalidad de macho en mis tripas. Rómpeme por dentro y libérame del peso de mi carne para volar contigo al orgasmo. Mi señor. Mi amor. Métemela por el culo y fóllame hasta morir clavado en tu verga, mi amo”.

Manuel no pudo decir nada, ni regañar a su esclavo por hablar sin su permiso. Lo abrazó por detrás y lo ensartó en su polla izándolo dos palmos del suelo. Le mordió el cuello, las orejas. Le retorció la cara para comerle la boca y le golpeó las nalgas con sus piernas, taladrándolo con su barrena cada vez más empeñada en perforarle el vientre de parte a parte al cachorro.

Y tuvieron el orgasmo que pretendían y se agotaron también como ellos deseaban. Manuel descolgó a Jul. A su amante. Y lo llevó en brazos a su habitación para atender su cuerpo y lavar el mismo las señales que su pasión le causaron en la piel. Después de verter su piedad y sus cuidados sobre el cachorro, se durmieron en un mismo abrazo hasta el amanecer.

viernes, 6 de abril de 2012

Capítulo 46 / La clase

La vida en la casa, organizada por Manuel, volvió a recuperar el ritmo ordinario, pero modificado con las nuevas rutinas establecidas por el amo para sus cachorros.
Dieron comienzo las tareas encomendadas a Jul y también su labor como enseñante con Ermo y Aza, ayudado por Bom que seguía con esfuerzo el plan de estudios y prácticas impuesto por su dueño.

Ermo era listo, pero le costaba centrar su atención en los deberes que le ponía Jul, preparados minuciosamente, y más si Bom lo distraía con alguna broma, a la que se apuntaba enseguida Aza. Y cuando el amo pasaba por el aula, instalada a propósito en una habitación de la casa, para comprobar los progresos de los cachorros, solía costarles a los chicos más de una tanda de reglazos en las palmas de la manos o en el culo.
El amo era cada día más estricto con Ermo, como siempre lo fue con Jul, y el perrillo no iba a ser la excepción que confirmaba la regla, aunque tampoco podía ocultar el gran cariño que le tenía.

Seguía usándolo a diario, antes o después de sus clases, y dormía con cierta frecuencia en la cama de su señor en compañía de Jul.

A Bom, su dueño le mantenía cautiva la verga la mayor parte del día. Y sólo dos o tres veces por semana compartía con el amo el agujero del culo de Jul, colmándolo de semen los dos. Y el propio Jul disfrutaba cada vez más con esa doble penetración que le rompía el cuerpo al medio.

Aquella tarde el amo entró en la clase y encontró a Ermo, Aza y a Bom partiéndose de risa ante la mirada paciente de Jul.
Manuel, regla en mano, les dio una tunda en el trasero a los cuatro.
Al cachorrillo y al negrito por perder el tiempo.
A Bom por distraerlos y no dejar que aprovechasen mejor el estudio.
Y a Jul por no mantener el control y permitir que los otros se desmadrasen.


Manuel se sentó en la mesa de trabajo de Jul y revisó los escritos y documentos que preparaba para el trabajo que le había encargado. Cada dos por tres miraba el culo colorado de sus cachorros, puestos de rodillas contra la pared y con las manos sobre la cabeza para no tocarse las nalgas enrojecidas que les quemaban como el fuego.
Y aunque el castigo debía durar treinta minutos, a los veinte se levantó y puso en pie a Jul abrazándolo por detrás, diciéndole: “Ven que aún no terminé de darte lo que mereces”.
Bien sujeto lo llevó hasta la mesa y lo inclinó hacia los papeles y le dijo: “Los golpes fueron el castigo por no mantener a raya a los cachorros y al trasto de Bom. Pero ahora te daré el premio por hacer tan bien el trabajo que te encomendé... Te la voy a meter como más me gusta. En seco y toda de una vez... Hostias! Cómo se te cierra el culo, cabrón! Pero no hay ojete que se resista a esta tranca que te va a perforar ahora mismo... Asíí... Siiii... Ya está dentro entera”.

Jul dio un quejido por la bruta penetración en su culo de la polla del amo, que cuando le hacía eso se le ponía gorda y dura como pepino extra, y el señor prosiguió tapándole la boca con una mano: “No distraigas a tus hermanos y calla... Me gusta lo que has hecho y lo bien escrito y presentado que está... Esta parte es muy buena... Léela en voz alta para oír como la entonas... Lee despacio y que dure como el polvo que te estoy echando... Lee, Jul, que me gusta el timbre de tu voz y pocas veces puedo escuchar su calidez y como hilvanas las frases”.

El cachorro leía y su amo le daba caña a intervalos fuertes y suaves, aplastándole los muslos contra el borde de la mesa y sobándole el pecho, hasta que su dueño le dijo: “Me vuelve loco la parte de atrás de tus orejas. Y esta parte del cuello bajo la nuca me excita más que el culo de cualquiera de los otros cachorros. Cómo consigues mantenerme enganchado a ti, cabrón! Qué haces para ponerme loco y perder la razón por ti? Y el olor de esa alfombrilla que tienes sobre la polla me priva los sentidos!”.

Y el cachorro no pudo oír más sin dejar caer su leche en el suelo. Manuel le dio más tralla con su cipote, rascándole el ano que pugnaba por cerrarse de nuevo al no tener carga en los huevos, y al notar su capullo en ebullición, preparando el lanzamiento de esperma dentro del chico, clavó las uñas en las tetas del cachorro, que quiso dar un grito de dolor, apagándolo con su propia mano.

Los otros cachorros miraban la pared, pero sólo los más pequeños tenían manchas de esperma delante de sus rodillas, ya que la picha del mayor no pudo vencer la rigidez del acero para empinarse.

Y al terminar la follada, el amo hizo lamer el esperma del suelo a los dos cachorros más jóvenes y les levantó el castigo a todos para seguir estudiando hasta la cena.

Esa noche el amo sólo quiso en su cama a Jul y Bom compartió otra vez su perrera con Ermo. Que en mitad de la noche procuraba trasladarse al camastro del mastín para arrimarse a él y que, aunque era inofensivo sexualmente al tener la minga presa, solía acariciarle el culo. Y sin casi darse cuenta, volvían a dormirse muy pegados y con un dedo del perrazo dentro del ano del cachorrillo.
Al amo no le importaba eso, porque no quería obsesionarse con la exclusividad del culo del perrillo, igual que lo estuvo con el de Jul durante mucho tiempo.
Y todavía se lo pensaba dos veces antes de que Bom lo catase también, aunque fuese metiéndosela los dos juntos.

De Aza no había que preocuparse puesto que estando con Geis en una misma perrera, a no ser que los dos estuviesen bien atados en su jergones, la puta oriental no pasaba sin comerse el cipote del negrito y metérselo por el ojete un par de veces antes de coger el sueño.
Menos mal que el negrito tenía para dar y tomar y sería difícil que el vicioso de Geis arruinase la fábrica de semen metida en las bolas del joven africano.

Los que llevaban una vida más ascética eran los imesebelen, pero cuando follaban lo hacían a conciencia.

Un par de días más tarde, el amo quiso aliviarles los huevos y, totalmente desnudos luciendo los cuerpos brillantes bien aceitados por Adem, les puso argollas de acero en las perforaciones tribales de sus narices, como a los toros en las granjas para cría de vacuno, y los encadenó por parejas por los aretes. Sentó a uno en una banqueta y a su lado en pie el unido a su nariz. Los otros dos, también en pie, estaban frente a éstos y Adem trajo a Geis, desnudo y con un collar especial con dos enganches.
El amo lo montó a horcajadas en las piernas del negro, que estaba sentado, y lo abrazó a su cuello.
Sujetó dos cadenas al collar del cachorro y una la prendió al aro de la nariz del que lo sostenía sobre sus muslos y le calzó por el culo, a la muy perra, la verga del negro. Y, acercando a la otra pareja al grupo de tres, unió con otra cadena la nariz de uno de ellos a la otra anilla del collar de Geis y a éste le ordenó metérsela también, haciendo doblete con la tranca de su pariente.

Una vez doblemente enculado Geis, las pollas de los otros dos jóvenes guerreros, unidos a sus respectivas parejas por las fosas nasales, entraron por la boca del oriental, juntas y sin estorbarse a pesar de su asombros tamaño.

Y así estuvieron al menos dos horas, cambiando de posición las parejas de negros, sin parar de darle por el culo y por la boca a la perra más insaciable de la casa.

Y todos los días Manuel repasaba las cintas de video grabadas en la finca y chateaba un rato con Pal, dándole instrucciones y dejando que se pajease alguna vez, manoseándose sólo la picha y no el culo, para lamer su propio semen recogido en la mano bajo la mirada de su amo a través de la cámara del Pc.
El cachorro solía portarse bien y al menos no hacía ninguna cafrada que le hiciese acreedor de ser expulsado de la finca y no pertenecer nunca a la jauría de Manuel.
Sin embargo su dueño ya tenía una lista de faltas por las que merecía sendas tandas de azotes, que le daría en cuanto fuese a usarlo a la finca.
Porque jamás se ha de dejar a un cachorro sin la mirada y la mano del amo cerca y sin que al menos un par de días al mes lo monte y lo rellene con su esperma para revitalizar su cuerpo y su espíritu de buen perro.

martes, 3 de abril de 2012

Capítulo 45 / La vuelta

Por más emoción que nos cause un viaje o por muy divertidos que resulten unos días fuera de casa, aunque los pasemos en una segunda vivienda, siempre nos cansamos de estar fuera del entorno habitual, con nuestras cosas cotidianas, y deseamos volver a nuestra rutina y al hogar.

Y eso es lo que ya ansiaba Manuel y también su trup de sirvientes y esclavos.
A Pal no le fue fácil ver como se alejaban los choches dejándolo solo en la finca. Pero el amo decidió no llevárselo a la ciudad, porque no consideraba que estuviese preparado para convivir con sus otros cachorros las veinticuatro horas del día. De todos modos, no lo echó fuera de su jauría ni le quitó el collar del cuello, por lo que el chico quedó algo más consolado.
Su dueño le dijo que permanecería en la casona, cuidándola y durmiendo en ella en un cuarto dispuesto a propósito, y que sus padres ya sabían que la cadena era un regalo que le había hecho por servirle.
Añadió, que una vez al mes, sin avisarle de ante mano, vendría a ver como andaban las cosas y a usarlo. E iría comprobando sus avances y cuando lo estimase oportuno lo llevaría con sus hermanos a la casa de la ciudad.

Le dejó un ordenador instalado en la misma habitación donde dormiría y le ordenó que lo mantuviese permanentemente conectado y con la cámara abierta, enfocada a la cama, para controlarlo por video conferencia.
Por supuesto no podría tener ninguna clase de relación sexual con otros seres y tres veces a la semana el amo le permitiría masturbarse ante la cámara y lamer su esperma, pero sin tocarse el culo ni meterse nada por el agujero.
Los padres del chico se encargarían de su alimentación y de tener la casa limpia y acondicionada para el dueño. Pero el cachorro no viviría con ellos y sólo saldría de la finca por el tiempo indispensable para seguir sus estudios.

Lo que no le dijo Manuel al chiquillo, es que en toda la finca había instalada una red de cámaras de vigilancia, que él controlaba desde un ordenador en su casa de la ciudad, y que constantemente estarían espiando sus movimientos para ver si desobedecía en algo a su señor.
Si no cumplía los mandatos de su amo, éste le leería la cartilla al ir a verlo cada mes y lo más probable es que el chaval no pudiese sentarse en varios días.
En el bastonero de la entrada al caserón, ya había dejado Manuel un par de mimbres y una fusta para recordarle al cachorro que sus posaderas estaban avocadas a encariñarse con ellas de tanto que podrían besárselas marcándole de grana la piel.
Y que nunca se olvidase que una vez anillado por le cuello, sería su esclavo para siempre.

El viaje de vuelta a casa fue rápido y a la impaciencia de todos por llegar se unía, además, los nervios de Ermo por ver su nuevo hogar y sentirse definitivamente como uno más de la familia de Manuel.
En el todo terreno, conducido por el amo, viajaban Bom a su lado y Jul en el asiento trasero con el crío y Aza. Y el resto iba en el otro vehículo, manejado por Adem. Pero la curiosidad del cachorrillo era inagotable. Y como en el viaje desde Barcelona, no paraba quieto en el asiento. Jul, temiendo que se cabrease el amo, lo sujetaba y le insinuaba por señas que durmiese un rato, pero al chico no le convencía esa solución y tan pronto aplastaba a Aza para ver mejor por la ventanilla de su lado o iba encima de Jul para hacer lo mismo.
Realmente era un culo de mal asiento ese muchacho.

En una de las paradas para repostar y hacer aguas, Manuel se llevó al perrillo al baño y se encerró en un retrete con él.
Puso papel higiénico sobre la taza, lo sentó en ella y le dijo: “Mea y abre la boca”. Y el amo sacó su chorra de la bragueta y le meó en la boca al chico, que tuvo que tragárselo todo para no mancharse la ropa.
Al terminar la micción, Manuel le dijo que se levantase y que mirase a la pared con las manos apoyadas en ella.
El cachorrillo obedeció feliz porque sabía lo que le esperaba y el amo le dio por el culo para relajarse un poco de tanta carretera. Y con las vejigas y las bolas vacías, subieron otra vez al coche para proseguir su camino con el chiquillo mucho más calmado.

Jul le vio la carita risueña al chico y le interrogó por señas si el amo lo había follado. Y el cachorrillo afirmó con una sonrisa de oreja a oreja.
Manuel los miraba por el retrovisor y les dijo: “Qué secretos os traéis los dos?. Quieres saber si lo he follado? Métele los dedos por el culo y lo sabrás... Vamos... Hazlo!”.
Jul agarró el chico lo puso sobre sus piernas boca abajo y le bajó los pantalones y los calzoncillos por debajo de las nalgas y le metió dos dedos juntos por el ano, hincándolos bien adentro para comprobar lo dilatado que estaba y la cantidad de leche que su dueño le había dejado en las tripas.
Revolvió un poco en el recto del chaval y los sacó manchados de semen.

Y el amo le dijo: “Chúpalos y saca el resto para repartirlo con Aza, que también tiene derecho a tomar mi leche. Y los restos que queden al final se los das al cachorrillo que sólo bebió meo en el retrete, además de tomar por el culo, claro”.
Jul hizo cuanto le dijo su amo y los tres cachorros de atrás ya estaban totalmente empalmados. Y el mastín podría morderse el punta de la polla sin doblarse si desabrochase los pantalones.

Y añadió Manuel: “Ermo, tómate la merienda que aún falta mucho para la cena. Sácale la verga a Aza y se la mamas hasta que te de dos raciones de leche por lo menos. El tiene muchas reservas y te llenará bien el estómago. Y tú, Jul, ordeña al cachorrillo mientras toma el biberón que le dé Aza y antes que se corra el perrillo pon la boca bajo su capullo para no machar el asiento ni las alfombrillas del coche. Luego te masturbas tú y recoges tu esperma en la mano y lo compartes con ellos también. Y así se os quita el hambre a los tres. Porque hasta que lleguemos a casa no os voy a dar más polla ni nada para comer. Y tú Bom machácatela también o me pondrás el parabrisas perdido de lefa de un momento otro. Y te la comes tu solito que es peligroso andar jugando con los de atrás en el coche. Procura que no te caiga nada de la mano y saboréala bien. Tienes una savia tan rica como la de Aza”.

Desde luego no se podía decir que los cuatro cachorros llegaron a casa mal nutridos. Ni tampoco Geis, que iba en el otro auto entre dos imesebelen y se la comió a los dos un par de veces por lo menos durante el viaje.
Adem sabía que el delicado cachorro debía alimentarse para recuperarse mejor de su secuestro y no iba a ser él quien privase al puto vicioso del manjar que más le gustaba.
Leche africana de primera clase, entera y sin desnatar. Lo que no le permitió fue sentarse encima de ellos con los pantalones por los tobillos y abriéndose las cachas con las manos, como intentó hacer. Ni saltar a la tercera fila de asientos, donde iba el cuarto cachimán negro, creyendo que el sirviente no se percataba de su jugada, atento a la conducción y a la carretera.


Ya había caído la noche y llegaron a casa por fin. Todos entraron en ella cansados pero con ganas de verse rodeados de sus paredes y envueltos en el olor familiar de sus cosas y la atmósfera que seres y objetos van creando en el hábitat donde transcurren sus días y sus noches.
Menos Ermo, que era nuevo en aquel lugar, pero pronto se hizo con todo como si llevase en aquella casa desde su nacimiento. Si no desde esa fecha, podría decirse que pocos días después, porque acaso el chico no había vuelto a nacer cuando Manuel lo compró en Barcelona?

Sin duda la nueva vida que le esperaba al lado de su amo y los otros cachorros y demás miembros de la familia, era su renacer a un mundo que nunca imaginó que pudiese existir para él.