viernes, 30 de marzo de 2012

Capítulo 44 / El sarao

El amo hacía días que no usaba a todos sus cachorros y tenía ganas de juerga por la noche.
Ordenó al sirviente que llevase a los perros y a sus guardianes a las antiguas caballerizas de la finca y allí les fue poniendo arreos apropiados a los cachorros y los ató con ronzales a las argollas de hierro sujetas al viejo muro de piedra.
Al único que dejó fuera del aquelarre fue a Ermo, demasiado escocido aún por la herida situada tan cerca de las bolitas y el ojito del culo.
A los imesebelen una pequeña lesión de ese tipo no les afectaba tanto como para no mantenerse firmes sin abrir las piernas. Y ellos serían una parte importante de la fiesta.

Manuel dio una orden y dos de los enormes africanos se fueron a por Geis. El muy puta ya los recibió caliente como una mona tropical y su olfato le decía que lo que le esperaba no era precisamente malo.
Colgado bajo los brazos por dos fuertes manos, lo plantaron ante su señor y éste le enganchó una pinza en cada pezón, unidas por una cadena. Le arrancó la cola que siempre llevaba en el culo y lo arrastró estirándole la tetillas, que presionadas por las tenacillas, sujetas a la leontina de acero que asía con fuerza Manuel, parecían de goma elástica.
Lo llevó a un abrevadero y lo metió entero en su interior y le meó encima porque tenía ganas de hacerlo y no iba a molestarse en ir a un retrete.
Luego, le dijo a Adem que lo regase allí dentro con una manguera y con otra señal hizo saber que había llegado el momento de que los dos guardianes elegidos, Honio y Zula, lo espetasen en el asador. No es que fueses a cocerlo literalmente, pero si lo pondrían más caliente que las brasas. Y no a golpes ni zurriagazos, sino ensartado en sus cachiporras, negras, brillantes, sólidas y enormes.
El vicioso cachorro se inclinó y los gigantes de ébano se agacharon un poco. Uno lo agarró por detrás, con las manos en sus caderas, y el otro lo sujetó por el frente, colocándole las manazas bajo los sobacos. Y primero se la introdujo el de atrás por el ano y luego el otro por la boca y cuando tenía las dos estacas bien dentro, se irguieron los negrazos, despegándole al chico los pies del suelo. Y ya estaba en la barbacoa, pero no le darían vueltas en redondo, sino que iban a agitarlo de atrás adelante como a una coctelera.
Así estuvo más de media hora recibiendo meneos y destilando babas, mocos y hasta gotas de meo de tanto apretarle la vejiga la polla del que lo enculaba. Gemidos, suspiros o cualquier otro sonido era inaudible, porque Geis no tenía habilidades de ventrículo y su boca y garganta estaban excesivamente llenas como para hacer otros alardes que no fuese exprimir el cacho de carne que le sabía a gloria.

Manuel no iba a esperar que Geis terminase de hacerse en su especial espeto y ya estaba con otro cachorro colgado cabeza abajo, con las cuatro patas en aspa y los huevos y la polla bien atadas con un cordel, y con una fusta de cuero le fustigaba con golpes breves la polla y los huevos.
El afortunado era Aza y entre mocos, saliva y suero seminal, ponía perdido el suelo de la cuadra.
No chillaba mucho, sólo un leve quejido a cada fustazo, pero, a pesar de su color, se le veían los cojones morados.
El amo paró el hostigamiento genital y le penetró el culo con un dildo blanco, por lo del contraste, y gordo como un morcillo.
Así petado, le alzó la cabeza un palmo y le folló la boca dándole golpes en las amígdalas con el capullo.
De las pinzas que tenía puestas el negrito en las tetas, pendían dos pesos considerables, que se balanceaban maltratándole los pezones del color de las guindas en aguardiente. Y lo dejó a secar cono un arenque para dedicarse al mastín.


A Bom lo tumbó panza arriba sobre un banco de madera y los otros dos imesebelen le ataron de pies y manos. La verga del cachorro seguía presa en su celda de acero, así que no parecía probable que el amo le fuese a dar un uso por ese lado.
La boca se la tapó con una mordaza de caucho y el culo lo tenía pegado a la madera, por lo cual los únicos agujeros a la vista eran las orejas y las fosas de la nariz. Pero Manuel no pensaba meterle nada. Iba a estirarle los cojones. Se los rodeó con una tira de cuero, bien apretada, y tiró de ella hasta ver como los huevos del cachorro decían “basta, o rompemos”.
Y engancho la ligadura de piel al travesaño del borde de la banqueta y también lo dejó por el momento.

Y ahora era el turno de Jul. Hizo que se subiese a una mesa, a cuatro patas, y metiendo la mano entre los cuartos traseros, le estrujó las pelotas con la mano, retorciéndoselas y dejándoselas sin sangre.
El chico cortó el aire con un alarido que hizo estremecerse a la tierra, pero el amo aún apretó más y tiró de los testículos de Jul como para caparlo y dejarlo hecho un castrón.
Sin soltar las bolas, Manuel se acercó a la cara del cachorro y le dijo: “Esta noche te voy a dejar contento, masoca de mierda, porque te haré sufrir como a ti te gusta. Que no se diga que no soy generoso con mis putas!”. Y retorció más los cojones del chico.
Jul pasó del colorado al blanco y perdió la consciencia. Adem se acercó alarmado, pero Manuel lo detuvo diciendo: “Lo hace para impresionar o porque el gusto lo deja sin sangre en el cerebro. No te alarmes que vuelve en sí con dos hostias bien dadas”.
Lo puso boca arriba y le atizó dos lechazos que casi lo tira de la mesa abajo. El cachorro abrió los ojos con gesto de espanto, nervioso y sin percibir del todo que estaba pasando, hasta que le dolor en los genitales le trajo de nuevo a la mesa donde su amo le daba un tratamiento de urgencia.

Manuel le sacudió por los hombros y cuando el chico volvió en sí lo besó en la boca, metiéndole aire dentro. Y en cuanto se recuperó un poco le dio la vuelta y sin más le pintó las nalgas de rojo con la misma fusta que uso con Aza.
Jul ya estaba arreglado de cintura para abajo y ahora le quedaba la otra mitad. Con unos improvisados electrodos de baja tensión, le dio pequeñas descargas en los pezones y en la punta de la lengua, para pasar más tarde a circundarle el glande a calambrazos, introduciendo un poco uno de los electrodos por el orificio de la uretra.
El pene de Jul estaba como una estaca y chorreaba tantas babas por el pito como por la boca. Y el amo le dijo esta vez: “Y ahora que quieres que te haga?. Que te corte en trozos?. Que te despelleje?. O simplemente que te folle el culo y la boca?. Pídemelo. Mejor, ruégamelo y tu amo te dará lo que quieras multiplicado por diez”.


El cachorro, empapado en sudor, saliva y otras secreciones, le respondió con dificultad: “Soy... tu puto... esclavo... Tu miserable... zorra... Eres ...mi dueño....y yo no soy nada...y no puedo pedir nada a mi dios”.
“Entonces decidiré yo como me plazca”, añadió el amo. Manuel se apartó unos metros y volvió con un respetable cono de goma y se lo incrustó en el culo. Y también lo dejó para que recuperase el ritmo de la respiración.

El señor se sentó y llamó a Pal: “Ahora ven tú”. Adem llevó al joven cachorro, que se acercó titubeante, casi sin ver por donde pisaba con sus cuatro patas, y el amo tiró de su collar obligándole a subirse a sus rodillas con el culo para arriba. Le escupió en el agujero del culo y le hurgó dentro con tres dedos, moviéndolos en redondo y abriéndolos como una tijera.
Metió uno más y comprobó que el ano del cachorro se abría mucho más que antes de irse de viaje. “Pues no será por tener dentro un dildo, porque no se le puso con el cinturón de castidad. Este cabrón se metió los dedos cuanto quiso”, pensó el amo. Y, por si acaso se había pasado el día masturbándose, consideró oportuno darle un repaso a base de palmeta.
Le pidió a Adem una pala de madera y propinó veinticinco paletazos en cada cacha del chico. Este no era tan sufrido como sus hermanos y berreaba agitando las patas traseras en el aire, pero ningún esfuerzo le libraría de la paliza que le daba su dueño por si no cumpliera bien su mandato de castidad.
Bien vapuleado y con una alta temperatura en el trasero, Manuel lo sentó sobre su falo y se lo introdujo como un necesario eje que equilibrase y sujetase su cuerpo para no balancear hacia los lados y caerse de su regazo. Lo hizo subir y bajar como un caballito de feria, con su barra central bien engrasada por la mucosa interna del cachorro, pero no le regaló su semen. Lo levantó y le dio un puntapié lanzándolo a un rincón.

Y nuevamente se acordó de Aza y mandó a los otros dos imesebelen, Calen y Gomar, que lo bajasen. A Geis volvían a darle rabo los otros dos, que ya se habían recuperado de las primeras andanadas de lefa y cambiaron los puestos delante y detrás del puto cachorro oriental.
El amo le sacó el consolador y permitió a los dos negros que hiciesen con el cachorro de su color lo mismo que sus compañeros con el de tono de piel amarillento. Lo pusieron al espeto como a un cabrito sazonado y se lo ventilaron cuanto quisieron los dos guerreros.
Antiguas leyendas cuentan que la leche de un bravo luchador confiere fuerza y valor a los jóvenes para enfrentarse a la lucha. Y por eso en algunas culturas se los follaban o les daban de mamar para que se hiciesen hombres y buenos guerreros también. Pues Aza, con eso dos titanes obsequiándole su semen, sería el más arrojado de todos los perros en la pelea.

Pero ya era hora de acabar el sarao y levantó a Jul en sus brazos y lo puso sobre Bom, juntando sus bocas. Retiró el tapón del esfínter y se tiró de bruces encima de los dos cachorros, separándole las patas traseras a Jul. Y le habló a los dos: “Bom, tu cuerpo será mi colchón para joder a tu querido hermano. Y tú, Jul, sujétate bien a su cuello para que no caigamos los dos al suelo. Y ahora levanta un poco el culo que te la voy a hincar... Joder!... Bom, entrar en este agujero es como atravesar la puerta del cielo... Verdad?. Huele conmigo su cuello, Bom. No podrás empalmarte, pero a que es excitante como ningún otro aroma que pueda existir?... Así debe ser como huele una perra cuando está en pleno flujo y pone salidos a todo macho en varios kilómetros a la redonda... Ufffff... Qué gusto!... Recuerdas la sensación que se siente en el glande al deslizarlo por la mucosa del culo de este cachorro?... No puedes hablar tampoco, ni besar a Jul porque tienes una mordaza... No me acordé de quitártela. Y ahora no voy a salir de esta maravilla para hacerlo...Jul, bésalo tú donde puedas, mientras te follo. Te estas poniendo muy cachondo y muy puto y pronto querrás hasta morderlo. Hazlo, pero no le hagas daño. Hummmmmm...Bom. Creo que llegué con la punta de la polla hasta el segundo esfínter, por lo menos. No te imaginas la clavada que le estoy metiendo a este cabrón... Díselo, Jul. Cuéntale que sientes”.
Y el chico también Habló: “Sí... mi... amo... Me... está... deshaciendo el culo... de gusto.... Bom... Y... estoy... muy caliente... y... muy perra... Y... no sé... si aguantaré... mucho más sin correrme... encima tuya... Ahhhhhh... Me matas...amo....Me... estás... clavando... a Bom... Bom... me la mete... despacio... y de repente...Ay!... me da... un puntazo... que veo las estrellas... pero me... vuelve... loco... Bom... Y... necesito... Besar... la boca... de nuestro amo”.
Y Manuel tomó otra vez la palabra: “Quieres besar mi boca, zorra!... Estas a mil grados y me vas a fundir la verga dentro del culo, pero aún no voy a darte mi leche... Hay que seguir follándolo. Verdad, Bom? Ahora que está en ebullición es como mejor se disfruta de este cuerpo de piel suave y carne prieta... Oh, Bom. Le estoy tocando el barriga y casi puedo tocar mi rabo a través de su piel... Es tan fina y tan raspado de carne... Sin grasa alguna... Voy a bajar por sus muslos y meter la mano entre las piernas para acariciar mi marca... Siento no poder llegar a la tuya... porque me gustaría tocar las dos... Tu entrepierna me pone a cien también... Lo mismo que ese olor ligeramente acre de tus cojones, Bom... Me están entrando ganas de darte por el culo a ti también... Pero... ahora me voy a conformar con este culito que nos vuelve locos a los dos... Joder! Casi le entran mis cojones en esta embestida. Leches!. Está tan puta que traga polla como una estufa de carbón... Bom... voy a pellizcarle los pezones que cuanto más doloridos los tiene más se excita, el muy vicioso. Seguro que se corre nada más tocárselos... Hummmmmm... Qué ricos! Siiiiiiiiiii. Hostia, puta!... Me corro, Bom! Me corro con esta zorra, que te está bañando en leche”. Y se derramaron juntos el amo y el esclavo, pringando al cachorro que el amo usó de colchón.

Manuel recuperó la vertical y retiró a Jul de encima del otro cachorro. El amo le quitó la mordaza al mastín y arramblando con sus dedos el esperma de Jul, esparcido por la barriga de Bom, se lo dio a comer como premio por haber soportado tan bien el peso de su amo y su mascota. Y lo desató del banco.

“Adem, que se bañen todos y sobre todo que se limpien bien los bajos, y a dormir que mañana tendremos que hacer muchas cosas... Jul. Tú a mi cuarto conmigo”.

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